miércoles, 14 de enero de 2015

El miedo al papel

En esta era digital tal vez el título debería ser un poco más amplio, sin embargo cuando hablo de escritura me permito utilizar genéricamente el término, no importa si en realidad es una pantalla de cualquier dispositivo, impone de igual forma y provoca una especie de distante respeto.

Hablaré de mi propio miedo ya que es el que tiene derecho de autor, conozco otros pero no tengo derecho a ventanearlos. El miedo, en mi caso, proviene principalmente de dos ideas, erróneas al reflexionarlas, pero que se turnan cuando invento excusas personales para no escribir.


La primera es la idea de la permanencia de lo que se escribe, como si poner algo por escrito lo convirtiera en cierta forma en algo eterno e inamovible, lo escribí, entonces así es y así será. Nada más falso que lo anterior, de hecho escribir algo que parece estático como un sentimiento que tiene algún tiempo guardado en mi, lo convierte al ponerlo fuera en algo dinámico, lo mueve, en primer lugar de dentro hacia fuera de mí misma y, con ésto, le proporciona la posibilidad de cambiar, mutar, modificarse, transformarse, aclararse para retomar su energía y fluir. Lo mismo sucede cuando escribo sobre un recuerdo, ponerlo en el papel le otorga una especie de alas personales, le permite volar y en el vuelo completarse y modificarse. Los conflictos y los miedos sufren la misma transformación, recobran su energía, se nutren de nuevos significados y cambian, casi de forma automática. 

El segundo miedo que pone una especie de cadenas en mis manos cuando tengo la intención de escribir algo profundamente personal es el miedo a que se haga público, a perder el control sobre lo escrito y que sea conocido por alguien que pueda utilizar la vulnerabilidad en contra mía. Éste es, quizá, un poco más real. Sin embargo tampoco debería detenerme al momento de aprovechar las ventajas de la escritura en mi proceso personal. Es un miedo al miedo, en muchos sentidos, el miedo a ser vulnerable y por lo tanto ser dañado que todos experimentamos en mayor o menor medida.

Cuando retomas el hábito de la escritura el miedo se disipa poco a poco, pero nunca estas realmente exenta de experimentarlo, vuelve periódicamente, vuelve con algunos temas específicos, vuelve en momentos crítico.

La solución es enfrentarlo y escribir de cualquier forma, ningún miedo sobrepasa los beneficios.

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