lunes, 27 de abril de 2015

ADIÓS DOLOR.

Después de seis años con un dolor en mi hombro que no me dejaba libre ni un minuto al día, variaba de intensidad, pero especialmente en las noches solía ser bastante doloroso; por fin anoche dormí sin dolor.

Me levanté con esa sensación de liberación, un dolor así hace que te acostumbres a ciertas posturas y movimientos para compensarlo y minimizarlo, y parece que te habitúas a él al grado que no te das cuenta realmente de lo que te causaba hasta que desaparece.
Me desperté liberada si y creyendo que la magia la había proporcionado la nueva crema de peyote que compré precisamente con la esperanza de que tuviera algún efecto en el hombro. 


Sin embargo, justo al estar disfrutando del movimiento sin dolor, una idea cruzó por mi cabeza y una sensación nueva acompañó a mi ausencia de dolor, la idea de cierre de un asunto inconcluso en mi adolescencia y cuanto más lo pensaba y sentía, más me parecía que la crema en realidad no era tan milagrosa como el dejar atrás los pendientes y resentimientos.




Coincidentemente la semana pasada tuve la oportunidad de cerrar un pendiente viejo, un deseo inconcluso que arrastraba y que 20 años después pude realizar.


Mientras lo hacía sentí la necesidad de ir documentando cuidadosamente el proceso, sentí la necesidad de escribir notas para después completarlas y al terminar releí las notas con una grata sensación general de bienestar; justo esa noche dormí libre de dolor del hombro.

Tal vez la crema ayudó un poco a relajar los músculos, pero creo que la liberación del dolor tuvo más relación con la liberación emocional que viví que con una crema milagros. El milagro es personal, lo busqué, lo viví y lo dejé actuar... claro, también lo escribí.